Presentación
Aire La Mujer Chamán
La razón de esta historia, y de este libro, es el intento de describir el mundo del chamanismo tal como a mí me lo han enseñado los "maestros espíritus". Los viajes y las formas están basados en mi experiencia. La peripecia que aquí se narra no es autobiográfica, pero sí lo es la enseñanza, los viajes y el proceso de aprendizaje que en ella se describe.
Esta historia es una forma de llegar a personas que, o no conocen el chamanismo, o lo han conocido por otros caminos...
Tambien encontrareis en el libro
como salir del bucle dimensional.
como viajar y conectar con maestros.
Hablamos de la muerte.
Como recuperar el Alma "sanación Chamánica"
etc..
Aquí tenéis unas primeras páginas del libro, espero que les guste...
Gracias por vuestro tiempo.
Capítulo 1
Mente o Consciencia
En
un lugar escondido del bosque, donde la vegetación se hacía más densa,
había una casa entre los árboles y las rocas, a la que sólo se podía
acceder a través de un pequeño camino estrecho y tortuoso, que se iba
ensanchando entre dos laderas de piedra, como un túnel abierto al cielo.
Había
un pequeño puente de madera por encima de un riachuelo. El olor a
tierra húmeda atravesaba el puente, como una puerta invisible al bosque
más profundo y alto. Árboles de gran altura, con copas frondosas cuyas
hojas tapizaban las enormes piedras que tenían a sus pies, plantas que
se entrelazaban a los árboles... La visión del bosque al mediodía
parecía sacada de un cuento de hadas: destellos de luz entre los
árboles, y tonalidades de verdes y amarillos que se abrían como un
abanico de luz.
El caminante que andaba entre aquellos árboles,
escuchando el crujir de sus hojas, se sentía llamado por la naturaleza,
que le invitaba a unirse a ella y le inspiraba una melodía canturreada,
salida del corazón.
Había una casa, y en la casa vivía una anciana
llamada Aire, una mujer fuerte, de pelo gris, con los ojos grises y una
tez blanca y serena que expresa su Ser. Cada mañana, al amanecer, salía
de su casa y contemplaba el nacimiento del sol, y elevaba su corazón al
cielo, cantando la canción del amanecer...
Cada amanecer, entre nubes
rosas y blancas, el cielo le regalaba a Aire un precioso cuadro de
tonos rojizos, azules y celestes. Y ella le regalaba su canción, como
mutuamente se obsequian dos amigos que se unieran cada mañana para
ofrecer lo mejor de sí mismos: el respeto y el amor.
Sentada en una
piedra, con los ojos cerrados, sentía la inmensidad del espacio y fundía
su ser, haciéndose una con la tierra. Antes de volver a casa, solía
pasear por un camino que la lleva al riachuelo, nacido un poco más
arriba. Aire se unía al agua, se hacía una con el río, y visitaba a
través del agua los bosques y los caminos que cruzaban por debajo de
ellos; sacaba sus manos de luz, daba de beber a los pájaros y otros
animales que se acercaban al río. Su espíritu viajaba a través del agua,
siendo y fluyendo.
En uno de los recodos, después de un pequeño
salto de agua, encontraba cada día a una joven. La joven miraba su
imagen y Aire se quedaba en silencio contemplándola, mirándola con amor
y dulzura. Día tras día, como un ritual, la anciana observaba a la
joven.
Un día, la chica estaba más triste que nunca, sus lágrimas se
fundían con el agua, y Aire las sentía con amargura y vacío. Aire supo
lo que sucedería en ese instante... La joven saltó al río con los brazos
abiertos, con gran desesperación y desasosiego. Aire la recogió entre
sus brazos de agua y luz, y la envolvió entre su cuerpo de agua, dándole
amor a su ser, mientras la llevaba río arriba.
Llegaron al punto más
alto del río y la anciana, uniéndose al espíritu del viento, su padre
espiritual, la llevó a su casa flotando en sus brazos tibios y tiernos, y
la dejó en su cama, cerca de la chimenea.
Aire invocó al fuego...
"Te
invoco espíritu del fuego, entra en el cuerpo de esta joven y ayúdala a
vivir, dale fuerzas". Entró en un trance a través de su canto, llamando
al espíritu del fuego.
El calor del fuego que la envolvía le daba
vida a la joven. La anciana chamán se acercó a ella, sintió el vacío en
su interior, y entonces le puso su mano firme y tierna en el plexo
solar, y la ayudó a recobrar la fortaleza y a deshacer el estado
emocional que la llevó a tirarse al río. Aire agradeció al espíritu del
fuego que la mantuviera caliente, sanando su cuerpo y espíritu.
Encendió un caldero, mezcló grasa y unas hierbas, las dejó calentar y
fundirse, y con ellas hizo un ungüento que le aplicó a la joven en el
pecho. El vacío de la chica era tal que la anciana chamán sentía
profundamente su dolor.
Aire ya sabía quién era en realidad la joven,
había sentido el ser que emanaba de ella, y sabía cómo se encontraba
atrapada y perdida en su nueva encarnación, con emociones muy fuertes y
una mente que la perturbaba. La anciana chamán dejó a la muchacha
dormida, y se fue a través del aire, en un suspiro, volando como una
brisa, a visitar a la familia de la joven.
Aire se materializó en la
puerta de la casa y llamó. Salió un hombre anciano y encorvado, sus
manos eran huesudas y muy trabajadas.
-Hola, buenos días. Soy Aire y conozco a su hija Ela.
El
padre de la joven la hizo pasar hasta una primera estancia, que era a
un tiempo cocina y sala de estar; allí se encontraba su mujer, una
anciana que miró con curiosidad a la recién llegada.
-Yo soy Adel -dijo el padre de Ela-, y esta es mi esposa, Clara, ¿dice usted que conoce a mi hija?
-Su hija Ela ha sufrido un pequeño accidente, y se encuentra en mi casa.
Los padres de Ela se miraron con sorpresa y preocupación
-¿Cómo está? -dijo el padre- ¿Qué le ha pasado?
-Se cayó al río, pero ahora se encuentra bien.
El anciano sujetó con una mano el hombro de su esposa, y habló con lágrimas en los ojos:
-Ela
es la menor de tres hermanos... llegó sin esperarlo, sus hermanos son
mucho mayores que ella. Es nuestra única hija, Ela fue como un halo de
luz... Todos la querían mucho y ella se hacía querer, risueña y
juguetona. Corría alegre por todos lados, siempre abrazando y dando
besos, riendo, bromeando; una niña llena de luz y felicidad.
Adel no podía seguir, un nudo en la garganta se lo impedía. Clara, su esposa, continuó el relato.
-En su adolescencia -explicó-, empezó a estar más callada y ausente,
día a día fue dejando de reír y cuando la abrazaban se quedaba inerte y
siempre estaba cansada. Avisamos al médico, y le recomendó reposo. El
médico creyó que era debilidad y por ello no tenía fortaleza para seguir
siendo la misma, ya que no había dolor físico y emocional en ese
momento. Pero después de unos años Ela ya no era la misma: estaba triste
y enfadada, y se encerraba en su mundo. No sabíamos cómo ayudarle, lo
único que podíamos hacer nosotros, y sus hermanos, era intentar hacerla
feliz.
Aire les propuso ayudar a su hija con una sanación. Les dijo
que tenían que dejarla con ella, y que podían estar tranquilos, porque
ella la cuidaría. Les expresó el cariño que había sentido por su hija y
el deseo que tenía de ayudar, y acercándose a ellos los tomó de la mano y
los miró, dándoles amor a través del contacto. Les hizo sentir
seguridad y los padres de Ela se sintieron muy reconfortados con el
cariño de la anciana, con sus palabras, pues el aspecto de Aire les
transmitía serenidad.
-Hablaré con ella -les dijo, mientras salía de la casa-, y si está dispuesta a seguir la sanación os lo haré saber...
Después de abrazarlos y despedirse de ellos, volvió a su casa en un instante, a través del espíritu aire.
Ela
seguía descansando apaciblemente, su rostro estaba más sereno. Aire le
quitó el ungüento y la tapó con una manta. Entrada la tarde, Ela
despertó de su sueño, abrió los ojos y se encontró en un lugar extraño,
con una mujer que nunca había visto.
-¿Qué hago aquí? -preguntó, mirando a la anciana.
Aire
se presentó, y le explicó que la había visto caer al agua, que se había
quedado inconsciente, y ella la había ayudado trayéndola a su casa. La
primera reacción de Ela fue la de marcharse cuanto antes, para
tranquilizar a sus padres, que ya debían estar preocupados. Pero Aire le
explicó que ya había ido a su casa, que había hablado con ellos y que
entre los tres habían decidido que, si ella acedía quedarse un tiempo,
Aire la ayudaría.
Ela accedió a quedarse. Sintió que había algo
familiar en la anciana, aunque no conseguía saber que era; tal vez su
manera de hablarle, su cariño, su paz...
Aire le acercó un cuenco con comida. Ela comió en silencio, y volvió a dormirse hasta el día siguiente.
Cuando
Aire volvió de su Canto al amanecer, Ela ya estaba sentada en la cama
esperando su llegada. Se saludaron y tomaron el desayuno. Aire la invitó
a dar un paseo cerca de la casa, y Ela aceptó. Paseando en silencio,
las dos mujeres caminaron hasta el río y se sentaron a la orilla,
mirando al agua. Ela miraba al agua con tristeza, como tantas veces
Aire la había visto. La anciana chamán le tocó el hombro y le dijo:
-Cuando estés preparada me gustaría poder hablar contigo.
La chica la miró, pero no dijo nada.
Pasaban
los días, todo se limitaba a dar paseos y dormir. Una mañana, Aire se
levantó como siempre, justo antes del amanecer. Ela estaba sentada en el
banco junto a la ventana, con la mirada perdida. Aire la había
observado casi toda la noche, dejándola a solas con sus pensamientos.
Aire
se acercó a la joven y le acarició el pelo, castaño, lleno de mechones
rubios. "¿Vienes?" le dijo. Ela miró a la anciana sin decir nada, como
siempre, y se levantó. Cuando llegaron a lo alto de la montaña, la
anciana chamán observó el amanecer, el cielo y el regalo de cada mañana.
Ese día había un cielo entre gris y azul claro, y el sol se descubría
entre las nubes más suaves. El rojo del amanecer se veía como el fuego,
con una gran sensación de fuerza e intensidad, y los rayos del sol
atravesaban las nubes de forma espectacular. Aire entonó su canto al
amanecer, elevando los brazos hacia el cielo. Con su cabello gris y
largo hasta la cintura brillando al sol, con sus ropas largas de tonos
ocres claros y amarillos suaves, la anciana ofrecía un aspecto que
impresionó a la joven.
Ela, detrás de la mujer, la contemplaba.
Observaba su silueta que emanaba luz y se expandía en el espacio; la
sentía tan etérea, y tan sutil, que sintió la necesidad de tocarla.
Parecía que se trasparentaba, y que a través de ella se veían las
grandes montañas a lo lejos.
Ela sintió su cuerpo vibrar al
acercarse a ella, pero retuvo el impulso de tocarla. Cerró los ojos, y
sintió como el viento atravesaba su cuerpo; también ella se sintió
etérea y trasparente, envuelta en el aura de Aire. Se sintió como nunca,
sintió su interior que la llamaba. Sus ojos se tornaron hacia dentro y
vio luz, mucha luz, una luz azulada y blanca. Sentía todo su cuerpo
lleno de energía, y unos escalofríos vibrantes la recorrían de arriba a
bajo...
Aire entonaba una melodía que le salía del alma, que elevaba
al cielo y al universo. Sintió a Ela pegada a ella, y la dejó, dentro de
su aura, para que pudiera sentirse a sí misma, para que alimentara su
desvalijado corazón humano.
Tras un largo rato, Aire se sentó en su
piedra y cerró los ojos, uniéndose a todo cuanto la rodeaba. Ela seguía
detrás de ella, llena de luz y de paz dentro del aura de la anciana.
Después
de un cierto tiempo, Aire se incorporó y se volvió a Ela, sus ojos se
encontraron. Ela abrazó a Aire, como hacía tiempo que no abrazaba a
nadie: las lágrimas de las dos brotaban sin cesar, y sus energías se
unieron en una misma Alma.
El día pasó en silencio, pero lleno de
emoción. Sus corazones eran un mismo latir. Así, durante dos días,
hicieron juntas el canto al amanecer. Una noche, con la luna menguante y
el cielo hecho un manto de estrellas, se encontraban las dos mujeres
fuera de la casa, en un círculo que separaba el bosque de la vivienda.
Estaban en el centro de un banco circular hecho de madera. En el banco
estaban grabados, con los puntos cardinales, los símbolos del colibrí,
la serpiente, el águila y la madre jaguar. Y justo en el centro, un
firmamento, con el sol, la luna y las estrellas.
Allí, sentadas las dos en aquel banco, Ela le dio las gracias a Aire.
-Me siento muy bien a tu lado -le dijo, mientras la anciana le tomaba
las manos-; para mí estos días han sido como un sueño del que no quería
despertar, porque cada amanecer parecía mágico y cada anochecer también.
La
joven, que todavía se sentía impactada por lo que estaba viendo y
sintiendo, guardó silencio durante unos instantes, pero al poco rato se
dirigió de nuevo a la mujer.
-¿Tú... quién eres en verdad? -le pregunto, con mucho respeto.
-A tu pregunta, Ela...Te responderé que soy un Espíritu que se ha reencontrado a sí mismo dentro de un cuerpo humano.
La
joven escuchaba emocionada. Después de lo que había vivido con ella, no
dudaba ni un ápice de las palabras de la anciana. Aquella noche no
hablaron más. Aire entonó una melodía acompañándose con el tambor,
llamando a los espíritus de la noche, que bailaron con la energía que
envolvía a las dos mujeres. Ela percibía que su entorno había cambiando;
sentía presencias, pero de momento sólo Aire las podía ver. Veía a los
espíritus de luz, con formas humanas y animales, danzar a su alrededor
en un ritmo armonioso, dando vueltas alrededor del centro de madera.
Ela
retrocedió unos metros, y vio una gran esfera luminosa que envolvía el
espacio donde antes había danzado, y en la esfera se veía a Aire elevada
por encima del suelo, como si fuera trasportada por una esencia. De
pronto, vio como un animal alado se materializaba en el cuerpo de Aire.
El tambor sonó, y Aire se elevó en la noche con la forma de una gran
Águila, y Ela sintió el grito del Águila cuando se alejaba en la
oscuridad. Cuando la perdió de vista se dio cuenta que Aire seguía ahí,
quieta, abrazada al tambor, y que su cuerpo emanaba una luz que a la
altura del pecho salía proyectada en forma de estela luminosa, como un
cordón umbilical que la unía con el Águila.
El rostro de Aire estaba
sereno, con los ojos cerrados, y sus largos cabellos parecían flotar.
Ela se sentó en el suelo, contemplando todo cuanto sucedía con una gran
paz.
Ela percibió en Aire una juventud que no había visto desde que
la conocía; había pasado de ser una anciana a ser una mujer joven, más o
menos de su misma edad, que era entonces de veinticinco años. Su cuerpo
fuerte se estilizó y su cabello gris no cambio de color, pero se lleno
de ondas. Entretanto sus manos, que seguían abrazando el tambor, estaban
llenas de una luz azul dorada. Ela, emocionada, con los ojos llenos de
lágrimas, se fue dejando ir hasta que se quedó dormida. Tuvo un sueño:
soñó que se convertía en un halcón y volaba junto a una gran Águila. Se
sintió libre y acompañada por todo cuanto la rodeaba.
A la mañana
siguiente Ela se despertó fuera de la casa, tapada con una manta de
color rojo intenso, también verde y naranja fuego, y con un Halcón
bordado en el centro. Ela la acarició, sintiéndola tan suya como si
fuera parte de ella misma. Se levantó y se cubrió los hombros con la
manta. Todavía no había salido el sol, faltaban unas horas. La chica
respiró el amanecer, y sintió su corazón palpitar, y una gran paz.
Pasada
una media hora, entró en la casa y se acomodó en la cama. Pero ya no
pudo dormir. Sentía su cuerpo vivo, y cuando pensaba en su sueño sentía
que era real. Todavía podía ver en su mente las copas de los árboles,
las montañas y el río que nacía de ellas, y cómo reconoció la casa de
Aire.
Al amanecer, como siempre, las dos mujeres salieron a cantar al
amanecer y contemplar el nuevo día. Después de meditar con ella junto
al río, Ela le dijo a Aire:
-Estás más joven... Puedo sentir tu
antiguo cuerpo anciano, pero lo siento más como si fuera sabiduría y no
como el cuerpo de una persona vieja.
-Cada persona ve en nosotros lo que quiere ver.
-Pero... ¿Por qué te veía yo antes como a una anciana?
-Lo que viste, en realidad, era mi espíritu.
-Entonces... ¿Qué edad tienes?
-Tengo todas las edades y ninguna
-¿Quién eres? -preguntó la joven.
-Soy chamán, y ante todo un Espíritu.
-¿Y qué significa, ser chaman y Espíritu?
-Chamán
significa que perteneces a la tierra, a todo cuanto existe en ella, y
por lo tanto eres parte de ella, sientes su espíritu y te comunicas con
la naturaleza, los elementos, los animales... Sientes que la tierra es
un ser vivo que contiene espíritus que la habitan. La luna y el sol son
los abuelos de la tierra, el cielo es el padre, la tierra como tal es
nuestra madre, los árboles nuestros hermanos. El Agua, el Fuego, el
Viento, las plantas, los espíritus de los animales, son Espíritus que
nos enseñan, nos ayudan y nos alimentan de su energía y sabiduría.
El
cuerpo físico que ves en ti, en mí y en los humanos, es solo un cuerpo
mental y emocional, un vehículo que pertenece a la tierra, y nosotros
utilizamos para experimentar los sentidos, la tierra y el reencuentro
de nuestro ser. Dentro de este cuerpo esta nuestra verdadera esencia, y
la debemos encontrar... Este es el camino que todos debemos hacer, el
camino hacia nuestro espíritu y nuestro ser de consciencia. Ahí está la
verdad de quién somos. Como espíritus y seres de luz no tenemos
limitaciones, pero como humanos tenemos muchas.
Aire le pidió a Ela que pusiera la mano en el agua. Ela lo hizo.
-¿Qué sientes?
-Frescor y humedad -dijo la joven.
-Ahora sácala y siente tu corazón, y luego prueba a sentir el agua a través de él.
La
chica le obedeció: sintió su corazón, y luego introdujo la mano en el
agua. Entonces sintió cómo la energía ascendía por su brazo y recorría
su cuerpo, sintió dentro de sí un latido cerca de su corazón. Ela sonrió
y agitó suavemente el agua, y al mismo tiempo sintió esa agitación
dentro de sí. Sorprendida, sacó la mano.
-Si ves la vida con el
corazón -le dijo Aire sonriendo- encontrarás la verdad en todo cuanto
veas y sientas. Entrarás en comunicación con el espíritu del agua, y él
te ayudará y será para ti un maestro.
Ela cerró los ojos emocionada,
puso de nuevo la mano en el río, y volvió a sentir el espíritu del agua.
Sintió unas enormes ganas de cantar, y de su garganta salió una melodía
llena de fuerza. Aire sabía que el espíritu del agua le estaba sanando
la garganta, que a través de su voz salía la energía que le bloqueaba la
garganta... que la enmudecía y la dejaba agotada.
Gracias por vuestro tiempo.
Uné.
Mujer Chamán
Mujer que naces chamán,
Con tus ojos de luz,
Tus palabras de viento,
Tus pensamientos de agua, son tus manos el fuego que sana y tu cuerpo el que da vida.
Es tu esencia la que perfuma la tierra.
Mujer chamán...
Uné.